En mi anterior artículo hablo de mi vieja computadora, un Pentium III. Su eterno problema fue y es la tarjeta de video. Toda vez que instalaba una distribución de Linux tenía problemas para visualizar su escritorio (Gnome o KDE). Windows 98 a veces me dio ese mismo problema, pero sólo cuando abría muchas aplicaciones gráficas a la vez; pero supongo que el servidor X, junto con los escritorios típicos de Linux, debe ser algo más exigente y entonces la pantalla se volvía ilegible: miles de líneas horizontales, deformándolo todo. Pero ayer pude hacer algo al respecto.
Hace poco leí en una revista sobre administradores de ventana, ¿qué pasaría si….? me pregunté recordando el artículo. Entonces tomé un viejo Mandrake 10 que tenía por ahí (la distribución de Debian la tengo en DVD, para la otra compu), lo instalé seleccionando IceWin y por ahora, fascinado, anda. ¡Por fin tengo Linux en el viejo equipo!. Sí, el entorno es algo espartano, pero funciona y no sólo eso, anda muy bien, no se arrastra. Abrí en diferentes escritorios Writer, Calc, Impress y Firefox, y todo anduvo sin apreciar una gran degradación en el sistema.
Un punto en contra es que todavía no encontré una opción en sus menús para personalizarlo un poco más ni tampoco hallé una opción que me permita apagarlo seleccionando una opción (debo abrir una terminal e introducir el comando correspondiente). Relacionado con lo anterior, cuando uno se logea no tiene nada más que los campos para introducir usuario y contraseña, así que si quiere apagar o rebootear el equipo…. hay que entrar («entrar para salir», ¡qué paradoja!)
El problema gráfico todavía amenaza (asoma de vez en cuando en los íconos que maximizan, minimizan y cierran las ventanas) pero hasta ahora no ha habido problemas (aunque es muy temprano para decirlo, ¿no? Mejor toco madera)