Este post pretende ser una continuación del anterior, ya que “el día muy movido” no había terminado cuando llegamos al fin de la 2da Jornada Python. Quedaron algunos temas pendientes…. Alguien me había dicho que Nicolás César había reservado lugar en el bar Baviera para hacer el sprint. Finalizando la jornada, se invitó al público interesado en pasar y participar del mismo. Pero poco después alguien llamó al bar y allí le dijeron que estaban llenos. Entonces fue una búsqueda rápida por un lugar con wifi y creo que Diego Levental estuvo en la gestión. Caímos en el bar de la terminal de ómnibus, La Plataforma. Pido disculpas a todos aquellos que se hayan retirado antes del cambio y hayan caído por el Baviera.
“La Plataforma” no es mal sitio. Siempre lo había visto de afuera y nunca había entrado. La verdad que quedé conforme con la atención, comparándola con la del restaurante “El Vesubio” al que había ido el martes anterior. Había wifi así que las notebook se conectaron, excepto la mía 🙁 Ya veré de solucionar los problemas de comunicación que creía solucionados…. Alecu fue el coordinador del sprint, Facundo se dedicó a traducir, Nicolás a adaptar los gráficos del Typus Pocus para el tamaño y resolución de la OLPC, otros grupos veían los niveles de juego y duración…. y así se participaba en diferentes tareas. Con nuestro sueño encima, Diego, Mariano y yo tirábamos ideas para escenarios posibles, ya que el juego debía ser adaptado para niños. Una de las ideas, “exposición de mascotas”, parece que prendió y Marcos, quien conocía los personajes que aparecen como público, se enganchó en hacer aparecer perros y gatos entre las personas sentadas en las butacas. Era tarde y me dormía (pocas horas de sueño la noche anterior, todo el día moviéndome de un lado a otro…. cansa). Yo me retiré y posteriormente me enteré que a Marcos lo tuvieron que arrastrar al colectivo porque sino, lo perdía. Tan entusiasmado había quedado con la tarea.
El domingo me desperté bastante tarde y a las 12 hs habíamos quedado en encontrarnos en “El Quincho de Chiquito”. Juanjo cayó por casa un rato antes y juntos fuimos caminando por la costanera (quedaba cerca, 6 o 7 cuadras). Fuimos los primeros en llegar, ubicamos la mesa reservada por Diego el día anterior y el tiempo nos dio para recorrer el lugar.
Notable el local. Los salones están divididos en áreas: boxeo, fútbol, espectáculos, políticos…. y en todos ellos hay fotografías de Chiquito (el dueño) con gente famosa: Favaloro, Alan Delon, Monzón, Maradona, Reutemman (de sus tiempos de corredor), Palito Ortega, De La Sota, Busti, Oveid, Menem, Alfonsín,…. y la lista sigue (Diego me dijo que estaba Frank Sinatra por ahí, pero no pude ubicarlo entre las cientos de fotografías). Hay fotos y posters dedicados, como uno de Soledad y una vieja fotografía de Carmen Barbieri (que descubrió Juanjo); hay guantes de boxeos (también con dedicatorias), remeras de fútbol….. casi que no hay rincón en las paredes y techos que no se encuentre cubierto por fotografía, viejos recortes de diarios encuadrados o algún otro recuerdo. El lugar mismo merece una visita aunque no se coma allí.
Al rato cae el grupo, algo mermado ya que mucha de la gente de Córdoba se había tomado el colectivo de regreso durante la madrugada (quedaban Pablo y Silvestre entre nosotros) y ninguno de los disertantes de Paraná vino (finalizando la comida recibimos un mensaje de César diciéndonos que recién se levantaba y agradecía la invitación). Quienes llegaron también comenzaron a recorrer el lugar y Diego nos llevó al área de la cocina. Allí pude apreciar las vasijas que se utilizan para fritar, las parrillas donde lo que íbamos a comer era lentamente asado…. todo un espectáculo. Alecu se sacó una foto con Chiquito, pero dudo que Chiquito la cuelgue en su pared hasta que Alecu haga algo famoso 😉
Todo el batallón tomó posiciones en la mesa y entre conversaciones de los más variados temas, comenzó el desfile…. la entrada: empanadas fritas de pescado (¿cuál pescado? todavía no lo sé, pero estaban riquísimas), luego seguimos con albóndigas de surubí; más tarde, milanesas de carpa, seguidas por milanesas de surubí,… siempre había recipientes conteniendo salsa de tomate, limón o crema roquefort, que uno podía aplicar a voluntad; luego vino un pescado asado llamado “mimoso” (yo ni idea, era nuevo para mí y no me gustó mucho). Este pescado se servía en una fuente de la cual había que caranchearlo (acción de picar con el tenedor en la fuente misma, compartiendo entre los comensales, por supuesto que la mesa era larga y había muchas fuentes); después llegó la boga, también asada y servida igual que el mimoso. ¡Qué rica estaba esa boga! Alecu casi que chupaba el cuero del pescado. Yo repetí la boga, también las milanesas de surubí y también las empanadas…. (no era el único que repetía platos). Para terminar, lo último también estaba exquisito: fue chupín de surubí.
A estas alturas, mi querido lector, ya se habrá dado cuenta que en el quincho se sirve pescado de río, ¿no? Pero si el pescado no le gusta, siempre hay milanesas de carne vacuna con puré. Mariano siguió esa vía desde el principio y Juanjo tiró la toalla después de probar las albóndigas de surubí, así que también pidió milanesas. Se me ocurrió pedir puré para acompañar la milanesa de surubí… me hizo mala cara la señora que nos atendía, diciendo “no, ¿cómo va a acompañar el surubí con puré?”…. ni que hubiera cometido una ofensa, ¿o sí?
Satisfechos, habiendo liquidado la fauna ictícola, nos quedamos conversando en la sobremesa. La mitad de la gente se quedó sentada, la otra mitad salió al patio con vista a la laguna, a fumar, seguir conversando o simplemente tomar sol.
Cuando llegó el momento de pagar, Leito nos calculó $16 por ojo (por ojo) y nos fuimos a comer el postre a una heladería “artesanal” a dos cuadras de allí, en la zona de la rotonda (Iglú). Caminando pasamos frente a un parque de diversiones para chicos donde había una enorme alfombra “mágica” y Mónica, la señora de Facundo, se re-entusiasmó y quiso tirarse enseguida. Fue convencida de tomar primero el helado y luego, al regresar, nos tiraríamos.
Tomamos nuestros helados, cada cual a su gusto, en la fresca tarde de invierno santafesina. Después Diego ya se retiraba y se ofreció a llevar a Pablo y Silvestre hasta la terminal de ómnibus. El resto seguimos caminando y pasamos nuevamente frente al infantil parque de diversiones, y…. ¡alfombra mágica para los niños! Mónica, Facundo, Alecu, Mariano y yo desafiamos los convencionalismos y desde lo alto nos tiramos dos veces cada uno deslizándonos raudamente hacia las colchonetas ubicadas varios metros más abajo (tanto en vertical como horizontal, grande era el artefacto). Alecu tuvo la gentileza de invitarme el viaje, así que yo me comprometo a invitarlo a los autos chocadores en “El Abasto” 🙂
Nos sacamos unas pocas fotos más frente a la estatua de Monzón y allí se logró una proeza de coordinación y gimnasia. Dave se había arrodillado con la cámara y quedábamos Pablo Ziliani y yo fuera de foco. Entonces ambos nos pusimos a saltar por detrás, de tal forma que nuestras cabezas superaran los hombros de quienes estaban delante. Dave logró captarnos justo cuando estamos en lo alto de nuestra trayectoria y sacó una linda foto.
Poco después nos despedíamos de nuestros invitados, intercambiando saludos y agradecimientos. Y así llegamos al fin de lo que fue “un fin de semana Pythonico”, como dice Juanjo en su blog. Una vez más, mil gracias a todos por venir.
HOLA!!! NO SE COMO LLEGUE HASTA ACA, PERO QUERIA DARTE LAS GRACIAS POR TU BUEN COMENTARIO SOBRE EL RESTAURANT «EL QUINCHO DE CHIQUITO».
LUCIANA
De nada Luciana. Es un buen lugar.
Con suerte, este año esperamos volver.