historia de una ida y una vuelta a las conferencias anuales del CafeLUG
El domingo 12 regresamos de Buenos Aires. En Santa Fe faltaban horas para amanecer y eran las 3 cuando estaba en mi departamento encendiendo la computadora. En ese momento comencé a escribir este relato. “¡Qué enfermo!” – pensará más de uno – “recién llega y se mete con la compu”. Para vuestro conocimiento, no fui el único “enfermo”. Al rato llegan por e-mail las fotos que había tomado Diego 🙂
En aquél momento había escrito esta introducción:
“Hace minutos acabo de llegar a mi departamento y comienzo a escribir mi relato que no se cuando lo terminaré. Compartimos un remise con Juanjo, desde la casa de Bruno. Luego de dezipearnos, habiéndonos zipeado en la terminal de ómnibus (5 personas en un Fiat 147) a donde arribamos luego de nuestro viaje a CafeCONF2006. Pero esto es contar la historia por el final. Así que mejor demos vuelta la tortilla y comencemos por el principio de lo que será otra larga, larga historia en este blog. Así que antes de comenzar a leerla, le sugiero que se prepare un té, café, mate… “vermut con papafritas y good show!”“
Sólo recuerde, querido lector, que han transcurrido dos semanas desde que sucedieron los hechos aquí relatados y a pesar del testimonio fotográfico y fílmico existente, puede suceder que ubique personas en lugares donde no estaban, o que no ubique a personas en lugares en los que sí estaban. De cualquier manera, el parecido entre los personajes de esta historia y las personas reales no es mera coincidencia.
1. Un viaje por rutas argentinas hacia la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
2. Llegando tarde a las conferencias en la UADE
3. Las charlas, un almuerzo, más charlas y saliendo de paseo
4. Un paseo por la ciudad…. y un caluroso y oloroso dormitorio
1. Un viaje por rutas argentinas hacia la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Título largo para el primer capítulo, ¿no? Es culpa de esos nombres de ciudades, largos al dope, que nadie usa en realidad, excepto en algún que otro documento oficial o periodista televisivo de TN. San Fernando del Valle de Catamarca, San Miguel del Tucumán, Santa Fe de la Veracruz….. Hecho el comentario, también al dope, volvamos a la historia.
Todo comenzó en la tarde del jueves 9 (mucho antes en realidad, pero hay que poner un punto de inicio a este relato). Durante la clase Juanjo me dijo que me pasaría a buscar por casa para ir en taxi a la terminal. Luego sumamos a Mariano en el proyecto ya que nos quedaba de paso, pero él nos iba a confirmar si hacía ese recorrido o se iba a la casa de Pablito. La negociación de la hora en que Juanjo se presentaría en mi hogar fue algo como sigue:
– Te paso a buscar a las 2 – decía Juanjo.
– No, es muy temprano. Mejor a las 2:30 – decía yo.
– Mira que tenemos que estar a las 2:30 y pasar por lo de Mariano
– En 5 minutos estamos en lo de Mariano, el micro sale a las 3. Pasame a buscar a las 2:20.
– Entonces a las 2:10
– No. Buscame a las 2:15 – dije finalmente, y este horario convenimos…. o eso creía yo.
Dos menos cinco de la mañana suena mi despertador. Bastante adormilado me despabilo e inicio los últimos preparativos del viaje. Dos minutos después: “Estoy yendo. Anda a la esquina de Cassanelo” (sic). Me quedé mirando el SMS. “Esta loco” pensé. No me apuré mucho, tuve que recortar los preparativos y olvidé algunas cosas. Quedó así la botella con la mitad de agua congelada que pensaba llevar para el camino (esto será razón para otro post); me lavé los dientes pero no me hice el enjuague bucal; apenas pude ver en la web del Servicio Meteorológico la última actualización que anunciaba que no habría lluvia, descarté el paraguas y mi indecisión respecto a llevar un abrigo o no rápidamente se resolvió: no llevé abrigo. Estaba por peinarme cuando a las 2:05 tocan a mi puerta. Así que, Juanjo, deliberadamente te hice esperar otros cinco minutos mientras terminaba de asearme; y aún así, con tiempo extra, me olvidé el cinto para el vaquero.
Finalmente Mariano no se sumó al proyecto de compartir el taxi, así que nos dirigimos directamente a la terminal. Creía que seríamos los primeros, pero no. Alejandra aguardaba allí, sentada, despachada con anticipación por su amigo quien quería irse a dormir y no deseaba esperarla despierto hasta la hora que tenía que partir :-). Confesó haberse tomado un par de copas, pero se la veía de lo más bien (su índice de capacidad de asimilación etílica debe ser sorprendentemente alto 😉 ). Diego arribó a continuación, luego Milton, Sebastián y Martín… y poco a poco el resto del grupo comenzó a llegar para, al final, hacer su gran entrada Federico Pascual, nuestro profesor “tutor”. Quince minutos antes de las 3 apareció el mini bus de transportes Luchy (0342 154-384973 para mayores referencias, se portaron muy bien los choferes), a los cinco minutos estábamos cargando nuestros bolsos y poco después, justo antes de las 3, iniciábamos nuestro viaje a la Capital Federal, Ciudad Autónoma de Buenos Aires… o simplemente Buenos Aires.
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Al principio nadie durmió: mucho ruido y hambre. Los choferes repartieron alfajores Grandotes, y en el minibus había café y agua (aunque el agua estaba a temperatura ambiente, hmmm…. extrañé mi botellita helada). Cuando los alfajores llegaron a mi asiento, le ofrecí a Bárbara y Celeste para que se sirvieran primero, luego tuve la suerte de tomar el último negro que quedaba (perdón Bruno), así que de ahí para atrás, sólo alfajores blancos. Desde mi posición, en los últimos asientos del minibús, pude observar que adelante se pusieron a jugar al truco (otro ítem que el apresurado Juanjo me “obligó” a olvidar: los naipes), detrás, Gonzalo instalaba Kubuntu en su notebook HP con la asistencia de Mariano y Juanjo, y un asiento más adelante, mientras Barby – Bárbara – cebaba mate (¿se habrá puesto nervioso Gonzalo mientras los mates circulaban por encima de su “juguete”?) le reprochábamos a ella – en son de broma – el que no haya llevado su notebook con Windows XP para instalarle una distro Linux. Barby nos contestó que lo hizo deliberadamente porque nos conoce y no quería que luego aparecieran un montón de programas raros en su máquina, sin su conocimiento. Barby – yo te digo – en cuanto lleves la notebook a la facultad y te descuides…… verás un pingüino booteando. 😀
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Con el correr de los minutos el ambiente se calmó. El chofer apagó las luces internas, el grupito truquero siguió trucando un rato más, Kubuntu concluyó exitosamente su instalación y mientras algunos se entregaron en los brazos de Morfeo, yo me resistía involuntariamente a caer en ellos. Estaba en ese estado de vigilia; medio despierto, medio dormido, cuando llegamos a San Nicolás de los Arroyos (San Nicolás para el resto de los mortales). Justo a tiempo. Hicimos una parada de 10 minutos y el baño de la estación terminal de ómnibus fue asaltado por las huestes de la UTN. No eran buenos baños y encima esperaban que hiciéramos algún donativo para su mantenimiento (primero deberían mejorarlos). |
De ahí en más me fue imposible conciliar el sueño (esto lo pagaría muy caro luego). Así que como la noche había huido con los rayos de febo, me entretuve leyendo cuanto cartel veía en la ruta. Me recordó a mi sección de carteles chistosos, o tristemente chistosos, que tengo en este mismo blog. Palabras como vender escritas con “b” y otras que no recuerdo ahora eran – supongo – parte de la estrategia comercial para atraer la atención del distraído cliente.
Campana, Escobar… fueron ciudades que llegaron, pasamos e ignoramos tan rápido como pudimos. Otros pueblos y ciudades sufrieron la misma desconsideración. Los vehículos en la ruta eran cada vez más numerosos. Varios country nos indicaba la cercanía de alguna ciudad interesante y también se veían interesantes algunos grandes negocios a la vera de la ruta: Jumbo, Easy, Unicenter, Ford, etc. Estaba inquieto y aburrido… muy aburrido. No era el único
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Ya pasaban las ocho cuando la velocidad del minibús se vio reducida y faltando varias centenas de metros para llegar a la General Paz, un hombre caminando era más rápido que nuestro vehículo. La congestión se alivió un poco al llegar a la circunvalación y el micro tomó por la Autopista 9 de Julio – ruta que no conocía y que deja al aeropuerto a la izquierda y a la cancha de River a la derecha – hasta enganchar con la Avenida 9 de Julio. A todo esto, eran aproximadamente las 9 de la mañana (juegue el 999) y yo oficiaba de guía turístico señalando algún que otro punto de interés e imposible de evitar, como el Teatro Colón o el obelisco. Bruno al fin supo que decía la inscripción en las cuatro caras del obelisco. También identifiqué el Hotel República, pero como no creo que nadie conozca su significado político, no lo mencioné entonces, ni ahora.
2. Llegando tarde a las conferencias en la UADE (Universidad Argentina de la Empresa)
La urgencia, no fue necesario llamar al 911, surgió principalmente de las chicas. Reclamaban un baño. Demasiados mates habían hecho estragos y se necesitaban esos sanitarios. Así que le dijimos al chofer que buscara una estación de servicio y lo hizo, en una Shell una cuadra más allá de la UADE!. Eran aproximadamente las 9:45 cuando todos bajamos del micro. Algunos estiramos las piernas, otros también fuimos al baño. Hacía años que no veía un baño más mugriento, asqueroso, roto, descompuesto… y en una estación de servicio Shell!!!
Cambiando de tema, adelanto que Bruno se portó muy bien (lo estuve controlando, estaba sentado al lado mío 😉 ). Al contrario de otro viaje, aquí no rompió nada. Pero no puedo decir lo mismo de Mariano. El señor, con su manía de tocar y jugar con cuanto objeto esté al alcance de su mano, no tuvo mejor idea que presionar un botón rojo junto a una escalera mecánica. Era la salida del subterráneo, sobre calle Lima, línea E, estación Independencia (por si quieren mayores datos). ¿Y qué pasó? La escalera se detuvo, tal como “esperaba que sucediera” (tengo testimonio filmado donde él dice eso). Yo estaba ausente y cuando regresé me contaron lo sucedido. Señalé el cartel que decía algo así como “el uso indebido del botón de emergencia de la escalera mecánica será sancionado” y que Mariano no había visto. También observamos que mucha gente, al ver detenida la escalera mecánica, buscaba otra salida (los había que subían igualmente por los altos escalones). Minutos después fuimos nosotros quienes subimos… al minibús y rajamos de ahí antes de que nadie nos dijera nada.
El micro tomó por Carlos Calvo, más tarde por Combate de los Pozos y ¡cuántas vueltas hizo para poder llegar hasta el albergue en el Barrio de Barracas! (no podía doblar a la izquierda). Conocimos, al pasar y ver los carteles, al famoso Hospital Garragan. Tomé nota mental de su ubicación por cualquier emergencia (por Bruno, a pesar de ser un hospital pediátrico…). Entre todas las vueltas que dio el minibús pasamos junto a una mole de cemento. Ya me había llamado la atención unas cuadras antes. Miré el nombre de la calle, decía Caseros y entonces pensé “¿será la cárcel de Caseros? ¿no la habían demolido?”. Aventuré esta hipótesis a mis compañeros de viaje y al pasar frente al edificio, sí, confirmado, los carteles identificaban al “ex penal de Caseros”. Además Mariano, emocionado, la reconoció por no se que programa de TV que filmaron dentro de ese edificio y la identidad del mismo quedó autenticada por partida doble.
Eran cerca de las 10 cuando por fin llegamos a la cuadra del albergue, Suarez al 2800, a media cuadra de la avenida Vélez Sarfield. Buscamos infructuosamente el 2830: 2836… 2828…. ¿y el 2830? Una placa identificaba el “Hotel de los no docentes”, un par de casas más allá, o más acá, como se lo quiera ver. Llamamos y nos atendió una señora muy amable. Nos dijo que como la delegación de la UTN de San Francisco había ocupado algunos cuartos – a pesar de haber pedido nosotros el hotel antes que ellos, ellos llegaron un día antes – nos quedaban dos disponibles y el resto debería dormir en el quincho del techo. Sobre una casa vieja, de altos techos, habían construido un par de pisos. Empinadas escaleras nos llevaban al primero, donde estaban las habitaciones y baños compartidos, dos baños para 1, 2, 3 …… más de 60 personas. En el segundo (y último) piso estaba el “quincho”, totalmente techado de punta a punta. Allí había varios colchones ocupados y apilados, con bolsos y frazadas (la delegación de San Francisco también tenía gente en ese lugar) y llevamos varios colchones libres a nuestro cuarto, para reservarlos (o preservarlos). Como otros hicieron, aproveché para ir al baño (estaban en condiciones razonables, pueden mejorarse, pero eran un lujo al lado de los de la Shell). Luego todos dejamos los bolsos en los cuartos, cerramos con llave y raudamente salimos rumbo a la UADE.
Deshicimos el camino hasta llegar a Lima al 700 sin mayores incidentes. Cuando bajaba del micro, los choferes me preguntaron a qué hora del día siguiente, sábado, terminaban las conferencias. Le dije que a las 20. Según parece, hubo una confusión en algún lado ya que ellos esperaban salir a las 16 o 17 y tenían un viaje programado para el domingo. Iban a hacer una llamada telefónica para consultar y aquí doy otro adelanto: el asunto se resolvió para bien, pero nos obligó a salir apresuradamente al día siguiente. Luego de convenir que nos pasaran a buscar a las 19 (yo hubiera preferido 19:30… pero Mariano….), el grupo ingresó en tropel al edificio y ahí sufrimos el segundo impacto. ¿No les conté del primero? La seguridad del edificio, ya que erramos el acceso y los guardias nos indicaron que saliéramos a la calle para entrar por otra puerta. El segundo impacto provino de aire acondicionado central en todo el edificio (nif, nif… ojalá tuviéramos eso en nuestra facultad). Del nivel de la calle descendimos al segundo subsuelo y procedimos a registrarnos. Bueno…. hmmm…. ¿registrarnos? “Pasen más tarde a registrarse” nos dijo el pibe tras la mesa. “¿Por qué?” – pregunté, y luego agregué con calculada malicia – “No me digas que el sistema está caído”. “Sí” fue la triste repuesta. Faltó Mariano con su sistema. En el sector “registración” nos entregaron nuestros gafetes en blanco (credenciales que se cuelgan alrededor del cuello) e hice otra incómoda pregunta: “¿Imprimirán nuestros nombres?”. “Este año no” – me respondió el muchacho – “El año pasado sí lo hicimos pero ahora no tenemos impresoras”. Junto con el gafete venía el programa de las conferencias (sinceramente prefiero la versión que había hecho un par de días antes y corregí el jueves anterior al ver que habían cambiado algunas conferencias de horario y eliminado otras).
Más allá había algunas mesas donde regalaban ediciones viejas de revistas del rubro (como Next IT y Linux Users) y luego de recoger algunas publicaciones, el grupo se desintegró para meterse cada uno, o en subgrupos, en las charlas que eran de su particular interés.
3. Las charlas, un almuerzo, más charlas y saliendo de paseo
Llegamos con tiempo de sobra para elegir a cuáles de las charlas de las 11hs ir. Me interesaban dos que se daban simultáneamente: “Telecomunicaciones con Software Libre” y “Blindando Apache”. Como pensé que sobre esta última encontraría mucha información en la web, me incliné por la primera.
También en simultáneo, en el Aula Magna, se desarrollaba “Women in Computer Science” ( “La mujer en la ciencia de la computación”). Como desconocíamos el temario, Federico – nuestro profesor tutor – supuso que se trataría de programación básica de lavarropas, uso de microondas y cosas por el estilo. Había manifestado un interés en participar pensando que allí hallaría numerosos ejemplares del sexo opuesto a quien apreciar. Finalmente nos siguió a Gonzalo y a mí a la charla de las telecomunicaciones y fue Juanjo quien se dejó caer entre las mujeres.
Ubicamos el salón de nuestra charla y llegamos temprano. Conseguimos buenos lugares. ¡Qué cómodos asientos! Mullidos… reclinables…. Más de uno debe dormir a pierna suelta ahí. Encima el salón cuenta con aislación acústica, interna y externa. Listones de madera se alineaban verticalmente todo alrededor, en las paredes. Había mucha gente y cinco tuvieron que ceder sus lugares porque un grupo de sordomudos necesitaban tener buena visión con su traductor de signos. Me preguntó qué habrá dicho esa chica, en signos, cuando el conferenciante utilizó términos técnicos y en inglés…. se sonreía un poco
Volviendo a la conferencia, el orador era bueno y sabía de lo que hablaba. En su empresa habían emprendido grandes, muy grandes, proyectos conectando sucursales nacionales e internacionales de varias empresas (Famacity, una cadena de farmacias, era una de ellas… luego vería estas farmacias hasta en la sopa), instalando el sistema de comunicaciones que utilizaban programas como los de Susana, Tinelli y Sofovich (esos de los que te cobran $x el minuto). Un sistema que un par de veces, no por iniciativa propia, utilicé (esto forma parte de otra historia ya que quienes me conocen saben que no adhiero a ese tipo de programas). El disertante nos habló de diferentes software empleados, principalmente Asterisk, una PBX. La charla fue de lo más interesante por los diferentes casos que expuso, experiencias reales en las que participó. Nos contaba algunas de las dificultades con las que habían tropezado en el desarrollo e implementación.
Eran pasadas las 13 cuando llegó la pausa para almorzar. Todo se demoraba: para iniciar y para finalizar (y para escribir este relato…). Lentamente nos reunimos varios miembros del grupo de la UTN, no todos. Recuerdo a Celeste, Bárbara, Bruno, Diego, Pablo, Mariano reuniéndose con Juanjo, Federico, Gonzalo y yo. No se si olvido a alguien más. También recuerdo que algunos habían tenido su primera experiencia en subterráneo: algo más temprano se habían ido de paseo por ahí con otros miembros del grupo de la UTN.
Salimos en patota de la UADE a buscar mejores precios que los que daba la cantina de la universidad y a la vuelta encontramos una pizzería que se veía interesante, pero no había lugar para todos. En la lenta toma de decisión para ver que hacíamos, gran parte del grupo se retiró a otro lado quedando Federico, Juanjo, Gonzalo y yo. Eramos cuatro, perfectamente había lugar en la pizzería para nosotros. Decidimos entrar. La pizza era sabrosa, estaba bien, pero el servicio era lento.
Mientras almorzábamos, Juanjo nos contó, para desilusión de Federico, que al contrario de lo que podría suponerse, la mayoría del público en “Woman in….» era masculino (seguramente asistentes con ideas semejantes a las del profe 😉 ). Juanjo también nos haría un breve resumen de lo hablado: se trataba del por qué las mujeres no se involucran más en las ciencias de la computación. Incluía algunas historias de ciencias ficción como que una mujer había sido quien creó el lenguaje COBOL, otra quien reportó el primer bug (un insecto hallado dentro de los circuitos de una computadora y que ocasionaba errores)…. y otros cuentos de ese estilo, je je je. Bien, hablando en serio, sí, fue una mujer quien creó el lenguaje COBOL y puedo agregar que Ada Byron (1815-1852) fue una pionera de la programación y de la computación y en su honor, se llama ADA un lenguaje. Desconocía el hecho de que el insecto fuera descubierto también por una mujer, el primer bug informático, pero seguramente – y la historia no lo registra – ocurrió durante la operación de barrido y limpieza a los que esos delicados y gigantescos equipos debían ser sometidos (no puedo con mi genio 😀 )
Era tarde cuando terminamos de comer y regresamos rápidamente a la UADE. Me interesaba la charla “Aulas Libres / Armado desde 0 una sala de informática”. Celeste y Bárbara ya estaban allí, todos los asientos estaban ocupados y por llegar tarde, fui uno de tantos que se quedó parado. El disertante habló de su experiencia armando aulas de informática en escuelas de Santa Fe. Pertenecía al proyecto Gleducar y explicaba, muy bien pero muy lentamente, los diferentes aspectos a tener en cuenta al crear un aula: desde el tipo de mobiliario a utilizar, pasando por la mejor disposición de los muebles para el docente, hasta como debía ser la instalación eléctrica, red, servidores…. Muy interesante, pero muy lento. Creo que hablaba más bien para gente no conocedora del tema que para quien entiende algo. Algo curioso y que va contra lo que me enseñaron (y que a fuerza de ser sincero, yo mismo hago en mi casa) el disertante confesó que ellos no siguen las normas para el tendido del cableado estructurado porque de hacerlo, ninguna escuela tendría un aula informática por los costos que significan seguir la norma. Tiene razón. La charla duraba dos horas, pero como a la mitad vinieron a interrumpirla para hacer una pausa y seguir como una hora después, en el mismo lugar. Sospecho que hicieron el corte para tratar de llevar más gente a una charla sobre Software Libre en Extremadura, una región de España (si el organizador que nos interrumpió no la hubiera publicitado, no estaría sospechando 🙂 ). Me di una vuelta por el Aula Magna, había poca gente. Pero no me interesaba ese tema (ni siquiera lo leo cuando sale publicado en Barrapunto) y era tarde, en ese horario, para meterme en otra charla (había otras empezadas).
Estuve vagando por el edificio de la UADE por media hora, más o menos. El edificio, además de tener aire acondicionado central, pose varios veloces ascensores con puertas automáticas. Eso sí, nuestra UTN les gana en que nuestro único y lento ascensor es panorámico. La biblioteca es enorme y tienen cajas como las cajas de los bancos, donde uno hace cola para hacer trámites. Los cajeros llaman a sus “clientes” usando un cartel indicando el número de caja y número de turno de atención (supongo que sacan un número en algún lado). En la biblioteca hay además algunas computadoras, muchas computadoras. Parece más un ciber que una biblioteca. Todos monitores de 17”. Las aulas tienen grandes ventanas a todo lo largo de sus paredes y uno ve lo que pasa dentro. En el subsuelo hay una enorme cantina. Luego me enteré que en el piso 8 o 9 había otra. No llegue a visitarla. ¿Mencioné el aire acondicionado? Otra cosa: los baños. Daba gusto ir a los baños. Su limpieza y la totalidad de los elementos necesarios para una adecuada higiene…. ahhhhhhhhhhh.
Regresé – no sé por qué regresé ya que el tema de las aulas era muy básico – al salón donde debía continuar la charla. A todo esto, ya estaba sufriendo la falta de sueño y para mi desgracia, conseguí un mullido sillón reclinable. No sé si en algún momento cerré los ojos por varios minutos. Creo que no. Pero ya saben que uno no nota esas cosas. Por lo menos no ronqué (nadie me dio un brusco codazo). Celeste y Bárbara estaban sentadas a mi izquierda. Federico se nos había unido y estaba a mi derecha. Yo, casi dormido, en medio, pasaba los mates y Federico no tuvo mejor idea que poner frente a mí un paquete de galletitas 9 de Oro. Creo, estoy casi seguro, que no probé ninguna. No porque no quisiera, aunque creo que no quería, sino, principalmente, por el ruido que el envoltorio de las galletitas hacía cada vez que alguien estiraba las manos para servirse una. ¡Y estaba frente a mí el ruidoso paquetito! ¿Se imaginan en el silencio del salón, con un disertante que hablaba tranquilo y hacía pausas en su disertación?…..
A la salida nos encontramos con otros compañeros. Todo el día fue así, cruzarnos en los pasillos. Además había muchas caras conocidas. Vi un vago alto, de anteojos. «A ese lo conozco» dije, «es del LUG de Oro Verde» me dijo Juanjo. En otro momento vi a alguien también con cara conocida, pero no podía ubicarlo: ¡¡¡resultó ser Martín Bayo!!! Perdón Martín, es la segunda vez que me ocurre esto. Reconozco caras, más no las asocio con sus nombres. Martín, ahora que te tengo filmado espero no se repita.
Mariano asistió a una charla de “Seguridad de la información”. Esa era una de mis candidatas pero no fui porque me incliné por la de las “Aulas libres”. Menos mal que no fui ya que según me contó, era basisíquica (si se me permite inventar una palabra para designar algo mucho más que básico). Según entendí, el temario incluía cosas como “no dejar escrita la contraseña en lugar visible” y otros consejos semejantes que puedo imaginar.
A las 17 comenzaba la charla “Administrando clientes con Software Libre, Sugar CRM”. Para mí fue una decepción. Me interesa el tema, pero no creo que haya sido bien dado. El disertante nos mostró algunas cosas de ese software, Sugar, la parte libre y que tiene algún inconveniente cuando se une con un cliente de correo. Claro, dijo que la contrapartida licenciada y paga no tiene problemas, ya que se integra perfectamente con Outlook (¡?!). No me conformó la charla. No me gustó. Por suerte terminó temprano.
La última charla del viernes para mí fue “Fisterra: software libre para el desarrollo de aplicaciones de gestión”. Trataba sobre aplicaciones ERP. La dio un español. Excelente. La presentación, el dominio que parecía tener sobre el tema, el mismo software (me interesan este tipo de aplicaciones). Yo creo que ese tipo es capaz de vender cualquier cosa :-). Lástima que desarrollaban en C aunque tenían previsto pasarse a Python, estaban evaluando el tema. Ya había pasado la hora del sueño y yo estaba bien despierto. El español nos contaba de casos en donde habían instalado ese software, los que los clientes les pedían, una diferencia que tenían con Miguel de Icaza (del proyecto Mono) respecto a liberación de código (en Fisterra son más software libre). Después de un día con charlas más o menos, terminé con una muy buena y que me dejó muy conforme. ¡Lástima que no la filmé!. Al menos me enteré cuál es el “estado del arte” en cuanto a software libre del tipo ERP (y del cual yo conozco una versión propietaria: SAP).
La charla finalizó algo retrasada y eran cerca de las 19 hs. Al pasar frente al Aula Magna nos entregaron papeles numerados para una rifa. Ahí entramos varios. Recuerdo a Diego, Federico, Manuel, Sebastián y yo. Había otros del grupo de la UTN, pero no recuerdo a todos. Y mientras se hacían las 19 y algunos ya estaban fuera, esperando el micro, otros (yo incluido) estábamos disfrutando del espectáculo del cierre del viernes y las rifas (¿se dan cuentan? eran las 19:30 la hora justa para que nos pasaran a buscar). Y alguien bajó a buscarnos – tampoco recuerdo quien. Nos apresuramos hacia la salida cuando el showman dice un número y salta Federico con “es el mío”. Y ahí va al escenario a hacerse de una preciosa remera y taza para el café, todo con los logos del Cafelug. “Bueno, vamos, vamos”…. y el showman dice otro número. “Lo tengo” repite Federico. «¡Hay!, ¡qué suerte!» nos decimos con Sebastián ya fuera del aula. Mientras tanto Federico regala su número a Diego (no era cuestión de pasar dos veces al escenario) y otro tuvo el tarro (la taza, en realidad) y la remera. Rápidamente salimos del edificio y la otra mitad del grupo ya nos estaba esperando. ¡Qué mala coordinación de horarios! Juanjo que cayó temprano,… alguien que fijó la salida del minibús a las 3 (cuando hubiera sido más conveniente salir una hora antes, por lo menos), Mariano con su temprana hora para que nos pase a buscar el micro por la UADE…. La próxima vez YO fijo los horarios 😀
4. Un paseo por la ciudad…. y un caluroso y oloroso dormitorio
Bueno… decir la ciudad es un decir. No es Carlos Pellegrini, pueblito de Juanjo que en 30 minutos lo conoces de punta a punta. No sé a quién se le ocurrió pero la idea fue visitar San Telmo. El minibus puso «proa» en esa dirección y al rato recorríamos viejas calles, mirando viejos bares llenos de gente, viejas casas de anticuarios con artículos muchos más viejos. Abandonamos la zona tomando la avenida Paseo Colón y pasamos frente al viejo edificio del Ministerio de Agricultura (hoy es secretaría dependiende del Ministerio de Economía) y la Facultad de Ingeniería. Detrás alcancé a ver la torre de la CGT, sobre calle Azopardo.
Nuestro siguiente destino fue Puerto Madero. ¡Qué cambiado que está! Hacía 5 años que no lo visitaba y ahora han aparecido torres fabulosas, grandes avenidas y bulevares. Parece otra ciudad. Ya lo creo que las inmobiliarias vean con buenos y codiciosos ojos los terrenos de la reserva ecológica adyacente a esas lujosas edificaciones. ¿Cuánto más resistiran esos ecológicos terrenos?
El minibús dio algunas vueltas pasando frente a la Universidad Católica, al Hotel Hilton y otros edificios menos conocidos, todos nuevos y modernos. Como pensamos caminar un rato nos bajamos frente a un restaurant “criollo”. Convenimos con los choferes que en hora y media los llamaríamos a su celular para que nos pasaran a buscar (los llamábamos en cualquier momento, nos llevaban para acá, nos llevaban para allá…. realmente se portaron muy bien los choferes). Volviendo al restaurant… lo recuerdo de una ocasión en que fui a comer ahí. Pedí un plato que iba acompañado de una espinaca a la crema y eso era algo complementario, no el plato principal, pero es lo único que recuerdo. Era algo exquisito.
Volviendo al presente: La “UTN” comenzó a caminar por Puerto Madero. Se sacaron algunas fotografías a unas fabulosas parrillas donde se podía apreciar no menos fabulosas carnes, achuras, chorizos, morcilla….. Agua la boca se nos hacía.
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Luego, inadvertidamente, el grupo se dividió. Mientras Alejandra, Ayelén, Elizabeth, Celeste, Pablo, Federico (nuestro «tutor»), Federico (otro, que no es nuestro tutor 😉 ), Gerardo, Milton, Gonzalo, Martín, Sebastián y yo nos entreteníamos paseando a bordo de la “Corbeta Uruguay”, un barco de más de 125 años, museo abierto a los visitantes; el resto siguió su propio rumbo.
8:05, más o menos, era la hora cuando subimos abordo. Muy linda la embarcación. Un marinero nos recibía dándonos la bienvenida, diciendo que podíamos recorrer libremente todo el barco y recomendando tener cuidado con las escaleras, recomendación que resultó ser muy acertada.
Nos sacamos varias fotografías en diferentes puntos del barco. En el timón, sobre la cubierta, en la proa…. Visitamos desde la desmantelada sala de máquinas hasta el comedor de oficiales. Había vitrinas vacías bajo cubierta y la mezcla de acero y madera recreaban un lindo ambiente que alguien (¿Alejandra o Ayelen?) propuso transformar en pub. «falta una mesa de billar», dijeron
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Al regresar a la cubierta tuvo lugar una recreación de la escena de Titanic en la proa del barco, que dio lugar a escandalosas reacciones: todavía estamos en duda quién era Leo y quién era Kate…. ¿Gerardo o Martín? Habría que ver la película para ver las posiciones de cada uno :-). Una imagen vale más que mil palabras….. | ![]() |
Decía antes que el barco fue el punto de división (los otros caminaban más rápido o no estaban interesados en la embarcación). Mientras un grupo cruzaba uno de tantos puentes para volver por el otro lado de Puerto Madero, mi grupo siguió hasta el extremo y estaba a punto de guiarlos para la zona de las torres de Microsoft, Sun e IBM cuando me llega un mensaje de Mariano diciéndonos que nos esperaban frente al Hilton. ¡Otra vez la cuestión de horarios! Yo sigo creyendo que teníamos tiempo para seguir visitando lugares. Pero entonces regresamos hacia el hotel dejando atrás la zona de Catalinas mientras señalaba la Torre Bouchard, la Torre Fortabat (la de Loma Negra, donde alguna vez trabajé), el viejo edificio del Ministerio de Trabajo, el Luna Park, el aún más viejo edificio del Correo Central Argentino, el Edificio Libertador (que minutos antes no había recordado como se llamaba)….
…cruzamos por un curioso puente de color verde (o quizás era verde su iluminación, ya era de noche) en homenaje a «La Mujer». Todo muy precioso, limpio, cuidado y con cara de ser caro. | ![]() |
Y llegamos al Hilton desde atrás. Eran las 8:55 cuando nos llamó la atención una escultura lumínica, una simple esfera con tubos de neón: “el sueño de la esfera” (?) se llamaba. Estábamos detrás del Holtel Hilton y poco después, en el frente, nos reunimos todos e hice la llamada al micro. Había mucho alboroto en el grupo y varios fueron a conocer el amplio hall del hotel donde se filmaron escenas de la película «9 Reinas» (muy buena película)
A los pocos minutos llegó el minibus. Poco después de las 9 pusimos rumbo al albergue. Muchos querían bañarse, otros descansar y otros comer para luego salir. En algún momento durante el viaje había mencionado un lugar donde iba a comer frecuentemente cuando viajaba a Buenos Aires. No es un lugar de moda, tiene años, décadas, en el mismo lugar pero se come muy bien y ahí hacen uno de mis platos favoritos: Suprema a la Maryland. Se trata del restaurant «El Mundo». Yo solo no iba a ir, pero Diego y Federico me alentaron y luego se sumó Milton (aunque más tarde tuve que empujarlo yo). Juan preguntó “¿van a comer comida de verdad?”, “si” respondí y entonces Juan y Guillermo se unieron a la partida. Luego, no se porque, se arrepintieron y sólo quedamos firmes los primeros cuatro. Todo esto lo arreglamos en el micro y mirando la hora, eran como las 9:15, me dije que no tendríamos tiempo de bañarnos y salir. Debíamos salir ni bien llegábamos o nunca.
Al llegar al albergue nos recibió un olor a asado (nos perseguía la carne). Los franciscanos estaban asando. Mientras la boca se nos seguía haciendo agua, le pregunté a la señora que cuidaba el lugar que cómo hacíamos para regresar tan tarde, quién nos abriría la puerta y dijo que lo haría ella misma. Nos preguntó una hora en la que pensábamos regresar y estimé que a las una estaríamos de regreso. A todo esto eran como 9:30. Mi plan era caminar por Velez Sarfield hasta la estación del subte Entre Ríos, de la línea E (que queda interceptando la avenida San Juan). Eran unas 14 o 15 cuadras. Pero teníamos una contra: no sabíamos hasta que hora circulaban los subterráneos. Ahí tuvimos un golpe de suerte: al mismo tiempo que salíamos, también lo hacían los choferes del micro. Ellos iban a un hotel más céntrico y como gran parte de su camino coincidía con el nuestro, le pedimos si nos podían llevar y dejar por ahí. Y lo hicieron. Nos llevaron por Entre Ríos hasta Callao. Una cuadra más allá de Rivadavia doblaron a la derecha y nos dejaron a tan sólo tres o cuatro cuadras de la 9 de Julio. De ahí, caminamos hasta Corrientes, cuatro cuadras más hasta Maipú y luego dos para llegar al Restaurant El Mundo. Algo cambió en mis años de ausencia: la puerta del restaurante antes estaba en el centro del frente del edificio, ahora está desplazada hacia un lado. Tampoco vi a un mozo, uno que visto de lejos se parecía a Perón, pero había otro que no recordaba (todas estas observaciones me las guardé para mí en ese momento).
Nos atendió un mozo que sí recordaba de anteriores ocasiones y nos repartió la carta. Yo ni me molesté en abrirla. Se la devolví pidiendo la suprema. Diego me dijo “para”, como diciendo «paciencia, no te muestres tan ansioso», pero mi decisión era irrevocable y tanto Federico como él pidieron también la Suprema a la Maryland. Milton no se convenció de la banana frita y se inclinó por la Suprema al Roquefort (personalmente, nada que contenga roquefort me gusta). Mientras esperábamos me ganaron de mano: Federico, Milton y Diego fueron al baño. En su ausencia, el mozo nos sirvió una copita de jerez. Luego fui al baño (otro buen y limpio baño) y al regresar, ya teníamos el pan calentito y los grisines sobre la mesa, junto con manteca Sancor. Así que le di al pan con manteca. Hmmmm….pan con manteca y sal. Poco después llegó la comida. Dos mozos traían los platos y decir platos es un decir. A cada uno le tocó bandejas individuales de forma ovalada y cuyo diámetro principal no era inferior a los 30 centímetros (acabo de tomar una regla de 30 cm y apelé a mi memoria). Para quienes no sepan qué es la Suprema a la Maryland, les cuento brevemente como es: la suprema es pollo, ¿ok?, sobre la misma hay una banana frita y sobre esta, como si fuera una delicada manta cubriéndola, fiambre. También hay pedazos de pimientos rojos. El “plato” incluye papas souflé, que son papas fritas que mediante no sé que método logran inflarlas como globos y una compotera donde una cucharita se sumerge en salsa de crema de choclo. ¿Qué hace uno? Le pone la crema de choclo a todo lo que quiera. En mi caso, la desparramo sobre todo, la suprema y las papas. Exquisito. Cuando uno come eso se queda sin ganas del postre, además porque la fuente no es pequeña.
Pensar que hay programas de televisión donde se presenta cada bestia a cantar…. en la nocturna peatonal había un ciego cantando tango ¡qué bien cantaba el tipo!. La zona, típicamente de oficinas, no es muy buena para caminar de noche. Lavalle no es lo que era hace unos años, cuando era la calle de los cines. Hoy sobrevive alguna que otra sala, otras se transformaron en bingos, hay locales abiertos de venta de chucherías, locales de videojuegos, ciber, había una librería abierta, restaurantes y bares, circula gente… pero también se ve mucha basura y algo de miseria. Durante la noche, toda la zona saca bolsas y bolsas, enormes bolsas negras, de basura.
Al llegar a la 9 de Julio caminamos en dirección sur y al cruzar la diagonal Saenz Peña, fuimos testigos de un incidente. Escuchamos un grito a nuestras espaldas y al darnos vuelta, vimos a unos 30 metros, más o menos, un tipo corriendo, ligero y parejito, por la diagonal en dirección a Plaza de Mayo. Con mucha distancia de diferencia, un pobre rengo, la víctima, intentó seguirlo. Se tuvo que detener y lamentarse por la billetera robada. En ese momento, creo que todos, instintivamente tocamos nuestras billeteras. Continuamos nuestro viaje hacia el sur. Milton iba “asustado” (la palabra real empleada por él, no es apropiada para colocar en estas líneas, pero puede usted imaginarla). No se Diego o Federico, pero se los veía confiados. Mi recomendación era y es: no poner cara de turista. Éramos cuatro tipos grandotes (bueno, tres y medio, el profe no suma mucho 🙂 ) y, por mi parte, ponía cara de pocos amigos. Caminamos hasta pasar frente a la UADE, ya era más de las 12, y luego tomamos por Independencia. Seguimos así unas cuatro o cinco cuadras hasta que pedimos un taxi. Diego casi detiene uno que se caía a pedazos. A tiempo dijo “no” y el destartalado vehículo ni siquiera llegó a detenerse, continuando su rumbo. Paramos otro y como fui el primero en subir, a cara de perro le dije al taxista: “Velez Sarfield y Suarez”. Casi ni hablamos en el taxi. Llegamos a destino, pagamos y caminamos media cuadra hasta nuestro alojamiento. Y ¡oh! gran parte del grupo se disponía salir. Recién en ese momento. Mirando el reloj, eran las una y cinco, aproximadamente. Fallé en mi cálculo por menos de 5 minutos. Regresamos puntuales.
Bien, chicos y chicas se aprestaban a salir y el grupo hablaba muy animado en la puerta. Celeste miraba su mapa que para su desgracia, sólo incluía la parte céntrica de Buenos Aires. Le entregué el mío, que había impreso, y que abarcaba la zona del albergue y la UADE (enganchaba con el mapa de ella). Junto con ese mapa iba el de los subterráneos (que al día siguiente eché en falta cuando salí por la mañana). Estaban esperando un taxi (¿uno solo para tanta gente?). Esta parte de la historia no la conozco mucho y deberían contarla más bien ellos, pero algo supe. A pesar de que les recomendé que fueran a la Recolecta, arriba del taxi, no se quien tuvo la peregrina idea, le preguntaron al taxista adonde está “la movida” (supongo que preguntaron por esto, yo no fui testigo). Es mi consejo que jamás hagan eso. Cuando se sube a un taxi en Buenos Aires, uno debe aparentar que sabe a donde va y al menos a ver visto un mapa antes como para tener una idea (no sea que el taxi salga para el sur cuando desea ir al norte). Esto es tanto más cierto de noche, cuando hay que aparentar dureza (por eso el trato poco amable que tuve con el taxista, lo siento sea quien sea, pero en tiempos inseguros…. ). Volviendo a los trasnochadores…. pidieron “consejo” al taxista y este los dejó por la zona de Callao, poco más allá de Rivadavia…… Puedo decir que, por lo menos Mariano, no regresó muy conforme de la salida. Pero esta parte de la historia debería contarla Bruno en su blog (a ver si se anima a escribir un pequeño suplemento de la noche Porteña como lo hizo de la Cordobeza), así como las pizzas y cervezas que pidieron más temprano, antes de salir y que comieron en el albergue.
Un pobre ventilador de techo hacía circular el poco aire caliente dentro. No alcanzaban los lugares para dormir así que también había unos cinco colchones en el piso. Sebastián estaba en el piso, Juanjo y Gonzalo en cuchetas superiores. Federico ocupó una inferior y tanto Diego como Milton fueron al piso. No sé si alguien más de nuestro grupo habrá estado durmiendo en el quincho, un piso más arriba. No subí a fijarme. ¿Se imaginan el calor dentro del cuarto? ¿El olor? El tufillo era peor a la mañana siguiente.
La ducha caliente me reanimó y había algunos centímetros de agua y mugre en el piso, pero por suerte había tenido la precaución de llevar chancletas de goma (mi mochila es pequeña, pero en ella entra de todo, ¿eh? 😉 ). Al regresar al cuarto acomodé con cuidado todas mis cosas, las guardé apropiadamente y me acosté. No se a que hora de la madrugada regresó el resto de la gente. De haber tenido un reloj cerca lo habría sabido, quizás. Estaba cansado y apenas percibí la luz encendida.
Y así terminó, para mí, el primer día.
César, tenés una memoria envidiable…
Voy escribiendo mis comentarios:
Yo fui uno de los que tuvo su primer experiencia en subte. Estuvo lindo.
Cuando fuimos a comer, te olvidás de mencionar el fallido intento, luego de verte tan ansioso por la Suprema (va con mayúsculas, no? 😀 ) a la Maryland, que planemos en el baño, par decirte que ya no había más, y tenías que elegir otro plato. También recuerdo, al finalizar la comida, que diste un minicurso rápido de cómo distribuir la crema de choclo.
César, lo repito, tenés una memoria envidiable.
Genial,la primera parte, espero la segunda
Milton, mi memoria es malísima. Vengo escribiendo esto desde hace dos semanas y además me apoyo en fotos y filmaciones. Tuve que hacer un par de preguntas y así terminé la historia.
A pesar de todo, hay dos cosas que recuerdo ahora y no registré: con Gonzalo y Federico estábamos en la cantina de la UADE cuando llegó alguien de nuestro grupo que había comprado un stéreo «arreglado». Le habían dado una «factura»…. si ese documento puede llevar tal nombre.
La otro que no recordé y que me dio bronca, fue ver bajo los arcos de la Avenida Paseo Colón tres nenes durmiendo en el piso, en medio de cobijas. Una vergüenza para nuestra sociedad. Mi madre me dijo en más de una ocasión que en los tiempos de Evita eso no se veía. En fin….
Hay una tercera cosa más, pero en este momento me la olvidé.
César, en realidad este comentario va destinado a Federico, con respecto al comentario de la charla «Women in …», no debe saber porque el cerebro de la mujer, si habria que ponerle un precio, es mucho mas barato que del del hombre… pues porque es el mas utilizado 🙂 , despues al seguir leyendo el temario de la charla pues no cabe dudas.
Al margen de eso buenisima esta primer parte.
Increible la descripción de los hechos, paso a paso. Tenes alma de escritor.
Muy buena la suprema Marylan y un gusto compartir el viaje con ustedes.
Felicitaciones!!
Yo era Kate (estoy adelante, esta clarito 🙂
yo fui c la utn de san francisco…ee ke les pasa q nos dicen chikilines