Hace unos días había leído en un diario de Paraná que durante el fin de semana se desarrollaría la XII Feria de las Colectividades. Junto a la feria de los artesanos, la feria de micro-emprendedores y municipios, el TC 2000 y la quinta edición de una competencia de softbol femenino con equipos venidos de diferentes lugares del país, la ciudad iba a estar a reventar, sin alojamiento en sus hoteles. El domingo por la mañana, después de la fuerte tormenta de la madrugada que voló árboles tanto en Paraná como en Santa Fe, decidí viajar a Paraná. Total, ¿qué le hace una mancha más al tigre?…. y yo no tendría problemas de alojamiento.
Por la tarde del domingo 11, pasadas las 19 hs, con mi viejo nos acercamos a la zona del “Puerto Nuevo”, por donde comienza (o termina, según como se vea) la costanera de la ciudad. Estacioné como a cuatro cuadras barranca arriba previendo que el lugar estaría atestado. Y no me equivoqué. Caminando descendimos hacia el río. Mucha gente, muchos autos a paso de hombre y desde lejos, la música en el escenario, un grupo folclórico tocaba el Puentecito de la Picada (cuya letra recordaba parcialmente por haberla tocado con el grupo folclórico de la escuela).
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Puestos de choripanes, pastelitos y tortas fritas. Empanadas y pescados. Aromas que se mezclaban con los sonidos de la gente, autos, el espectáculo sobre el escenario y los mosquitos de la costa. El folclore continuó con otra chamarrita entrerriana, un tema de Tarrago Ross, la samba “La Nochera” y un gato. Saqué varias fotos y no pude dejar de observar varias columnas de mosquitos. Evidentemente mi sangre es muy dulce, porque a mi viejo no le molestaban y entonces pensé “el año que viene pongo un puesto de venta de repelente”. Pero fue una molestia pasajera, ya que más tarde no estaban.
Con mi viejo comenzamos el recorrido de las carpas. En frente teníamos aproximadamente unos 300 metros de carpas para ver, ida y vuelta. Entramos a una de artesanías que estaba cerca del escenario y al salir, otro grupo musical estaba tocando y cantando (no me pareció tan bueno como el que vi al llegar). Mientras ese grupo ejecutaba su número, nos cruzamos con otro que estaba llegando transportando sus instrumentos.
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La segunda carpa visitada era cultural. Es decir, libros de psicología y otras artes que desconozco. Revistas de rock e instrumentos musicales. Cuadros “esotéricos” y abstractos junto a otros más “concretos”. Mi viejo me dice: “mirá, un luthiers”. Enseguida levanto el cuello y comienzo a recorrer con la mirada la carpa, esperando ver a algún integrante del grupo humorístico “Les Luthiers”. Pero…. él se refería a un luthier.
Ahí estaba don Zapata. Un viejo luthier conocido de mi viejo, del antiguo barrio, quien recordaba a mi madre y quien había reparado la guitarra de mi hermana en una oportunidad. Zapata nos mostró los instrumentos que fabricaba y con el charango nos tocó algún que otro tema del altiplano y también un tango. Nos contó varias historias, pero retengo esta: | ![]() |
«en los años 50 él viajó a Jujuy para comprar un charango. Por aquella época era un instrumento difícil de encontrar. Jaime Torres lo popularizaría por el mundo algunos años más tarde con la Misa Criolla de Ariel Ramírez, pero en los 50, era una curiosidad. En Jujuy no lo encontró y allí le dijeron que podría conseguirlo en Bolivia o en …. Buenos Aires«. Reímos por la ironía, pero en mi fuero interno yo reía recordando la introducción a la samba Añoralgias de Les Luthiers (la viejita que cantaba canciones del altiplano que había escuchado en un cassette que le llegó de Buenos Aires). Dejamos a Zapata con su tambor de agua de los indios Pilagá y sus historias de un tal Marcos y otras invitaciones para recorrer el mundo. Nos internamos en la siguiente carpa. |
Tejidos, trabajos en madera, hierro y otros metales, vidrio, artesanías con cuero vacunos o de animales de la zona (incluyendo peces), pinturas, licores caseros junto a mermeladas y alfajores autóctonos, todo mezclado en medio de stand de diferentes municipios y aldeas de la provincia de Entre Ríos, que mostraban sus ofertas turísticas y su producción industrial (o artesanal). Observamos un extraño motor fuera de borda y le preguntamos de qué se trataba a quien atendía el stand. Era una invención propia: “corte el pasto y después salga a navegar”. Resulta que los motores de las cortadoras de pastos, cualquiera sea, están sujetos por tres tornillos. Es algo estándar. Entonces a esta persona se le ocurrió construir un mecanismo al que se le acopla el motor de la cortadora de césped de forma fácil y entonces se transforma en un motor fuera de borda para una canoa. Mostraba fotografías, certificados de premios ganados y la correspondiente patente de invención.
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Carpas y carpas y muchas carpas, y mucha gente. Y recorriendo los puestos nos cruzamos con mi hermana, mi cuñado y mis sobrinas, junto con unos amigos de la localidad de Crespo. Habiendo recorrido la mitad de las carpas, ya mi viejo estaba cansado y para abreviar nos fuimos al sector donde se celebraba la Feria de las Colectividades. Entramos al salón (un antiguo galpón del puerto, hoy reciclado en centro cultural) y unas chicas estaban danzando algo típico (árabe o vaya uno a saber qué) en un escenario montado en un extremo. La mayoría de los stand de las colectividades no pudimos recorrerlos porque había demasiada gente mirando la danza y los stand más cercanos al escenario estaban cerrados. Los que quedaban más alejados pudimos visitarlos. Así con mi viejo viajamos por Grecia (donde había un tablero de ajedrez cuyas piezas era dioses griegos que no resistí la tentación de tocar, a pesar del cartel «no tocar»), Israel, Cataluña y Euskadi (el país Vasco).
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En otro stand había una larga cola porque allí uno podía dar el nombre de algún antepasado y si sus datos estaban en la base de datos, podía obtener cuando llegó al país, de dónde era, qué hacía… etc. La consulta e impresión del resultado era completamente gratuita. Allí se quedaron mi hermana y los amigos crespenses.
Salimos del salón y nos fuimos a la carpa de comidas. Con mi viejo no teníamos hambre. Todavía degustábamos el opíparo almuerzo italiano de fideos caseros que hizo mi vieja. Pero curioseamos a ver que veíamos y olíamos.
Nada más entrar y una pareja bailaba una tarantela frente al puesto de comida griega. Este puesto, y el de los asturianos, habían vendido todo. Estaban los alemanes, los italianos (de diferentes regiones), judíos y árabes (no en stand contiguos 🙂 ). También allí había mucha gente. Pizzas de diferentes tipos (incluso una a la bagnacauda), empanadas árabes, niños envueltos con hoja de parra, salchicas con chucrut…. había habido asado en algún momento en algún lado, pero tampoco quedaba nada.
Lo que sí me interesó fue conseguir empanadas fritas de pescado. Nadie allí las ofrecía. Dejamos cansados la carpa de comidas. Comenzamos a regresar siguiendo la orilla del río, evitando las carpas de artesanos y emprendedores (las que dejamos sin ver la mitad). Evitando la multitud. Por la tranquila orilla, de vez en cuando, había alguna carpa que ofrecía comidas u otra tipo bar improvisado con mesas y sillas junto a la costa. Comencé a buscar empanadas de pescado (pensaba llevar de regreso a casa), pero sólo en un puesto la vendían y eran al horno (no, ¿al horno? Yo la quería fritas). Así que no encontré nada (creo que deberé ir a Puerto Sánchez). | ![]() |
Ya se acercaban las diez de la noche y el escenario folclórico estaba vacío, con las luces apagadas. La música había terminado. Dejamos a la gente atrás, concentrada en las carpas. Los autos seguían circulando por la costanera a paso de hombre y con mi viejo comenzamos la penosa tarea de subir las barrancas para llegar al auto.
La doceava Feria de las Colectividades terminaba ese domingo. Pero la de artesanías, municipios y microemprendimientos seguía hasta el feriado del lunes 12… y tengo intención de volver para ver la otra mitad de las carpas.
Y sí, el paseo que comenzó al atardecer, terminó entrada la noche.
ACTUALIZACION 12/10/09 11:45 hs
A eso de las 10 llegamos al parque con mi viejo y el Duke, nuestro perro. Anduvimos un rato, subiendo y bajando la barranca, caminando a la vera del río y metiendo al perro en una fuente para que se refrescara… y como a las 11:00 llegamos al sector de la exposición. Mientras mi viejo paseaba con el perro y compraba empanadas fritas de pescado (ahora sí había) yo aproveché para ver lo que anoche no pude.
Así descubrí el sector industrial de la exposición: elementos para cocinas y panaderías, muebles y aberturas, degustación de dulce de leche para celíacos, más mermeladas, licores, alfajores…. y más artesanías. Todo mezclado. Lo que me llamó la atención fue un modelo construido por una escuela de educación técnica de Viale, Entre Ríos. Era una máquina para compactar la cáscara de maní. El material resultante era una placa aglomerada de madera que resultaba ideal para aislaciones acústicas en boliches o térmicas en los techos de las casas. El caso es que requiere materia prima y según la investigación de la escuela, en Córdoba es donde producen el maní y lo pelan, desperdiciando kilos y kilos de cáscara que se humedecen y deterioran. He aquí una alternativa para aprovechar ese material
Cuando llegamos al parque había bastante gente pero el tránsito era fluido. Al regresar, otra vez los vehículos en la costanera comenzaban a andar a paso de hombre. No quiero imaginar lo que será por la tarde. Menos mal que había estacionado en una cuesta arriba, mirando hacia arriba. No tendría que volver por la costanera. Nota al margen: es notable la cantidad de gente que en una pendiente estacionan los vehículos sin girar la dirección para trabar el auto en caso de que le falle el freno de mano.