Visitando la Feria del Libro en Santa Fe

Este año decidieron armar unas carpas en un espacio público, cortando un par de calles, y dentro colocaron los stand con entrada libre y gratuita. Todo muy lindo. La tarde del domingo, espectacularmente soleada y fresca, convocaba la presencia de mucha gente en las blancas carpas y esto dejaba muy poco espacio para circular.

Llegando a la feria desde el boulevard hay una exposición de fotografías antiguas. Algunas muy buenas y entre ellas hay una serie dedicada a Horacio Quiroga.

Más allá comienzan las carpas. En la primera hay un salón de actos y lectura. Estaban leyendo un libro y había muchas personas escuchando atentamente a la lectora que tenía muy buena dicción. Poesía. Nada interesante. Sigo viaje.

Llego a la siguiente carpa. Abarrotada de libros y gente. Muy hermosos libros y uno fue extremadamente tentador: la obra de Monet con fotografías a todo color y comentarios sobre sus cuadros. Bellísimas ilustraciones. Pero logré zafar de los $68 que me pedían (una oferta por la feria, me decían… hasta podía pagar con la tarjeta de crédito, insistían) y seguí viaje mirando otros stand.

Salgo de una carpa para entrar a la otra ubicada perpendicularmente. Todavía con más gente. Mala idea poner los stand a ambos lados de la carpa… apenas queda un pasillo para que el público circule y mire con tranquilidad.

En esa carpa me llama la atención un libro. Pensando en mi sobrina lo hojeo y me gustó. Era para los primeros niveles de la escuela (ella está en primer grado) así que pregunto el precio: $290 me dice el vendedor, pero puedo pagarlo en 13 cuotas de $29. Glup!… demasiado para un libro que tiene espacios para que los niños escriban. Por ese precio les dejo mirar el libro desde la vereda de enfrente. Así que continué caminando por otros stand, mirando docenas de otros libros (siempre que la multitud me dejaba) y cuatro o cinco stand más allá está el mismo libro.

De puro curioso vuelvo a preguntar. $300 al contado (con un plan de pago similar al anterior). “Gracias” dije, y al darme la vuelta, en el stand de enfrente, ahí estaba otra vez. Era el destino tentándome. Tres veces… la tercera es la vencida. Así que vuelvo a preguntar: $380. Pregunté otra vez para asegurarme, por si había oído mal. Y sí, ese precio me dieron. En fin: 290, 300…380 ¿será que mientras caminaba la inflación subía sin yo saberlo?

En otro lado tomé una copia de la Divina Comedia del escritor florentino Dante Alighieri y hojeándola llegué a la página del copyright… “prohibida su reproducción… bla, bla, bla”. Me indigné. ¡La misma sarta de prohibiciones de siempre en una obra de casi 700 años! ¿A quién le van a cobrar los derechos de autor? ¿sabe esa editorial lo que es el dominio público? Más tarde, al regresar a mi departamento, tomé de mi biblioteca el libro de Tomás Moro, Utopía. Una obra escrita hace 500 años y no tenía ninguna nota de copyright, no había ninguna restricción. Uff… me calmé un poco. Luego pensé que quizás la nota de copyright era por la traducción, pero nada me daba alguna indicación de ello.

Volvamos a la feria. El stand más concurrido es por lejos el de Mauro Yardín. Estaba lleno de gente revisando libros. Me tomó un rato llegar al frente para también meter mano en los libros usados a $5 cada uno. Carteles tramposos, mezclados con los de $5 había de $7 y $10, y por lo menos uno a $3.

Revolví, revolví y encontré una joyita: “El Martillo de Dios” de Arthur C. Clarke. No lo había leído, pero tengo esperanzas que este bueno ya que lo escribió Clarke él solito. No lo hizo en colaboración con nadie. Después les cuento que tal es.

Al salir de esa carpa había varias mesas para niños. En algunas dibujaban con fibras y lápices, en otras – para desespero de sus padres – pintaban con acuarelas. Había una especie de rueda de la fortuna para los niños, pero con leyendas como “adivinanzas”, “cuentos”,… no me quede viendo para ver como era el juego. También había un tipo con zancos, disfrazado de payaso. Todo muy entretenido para los niños y los dibujos y pinturas eran expuestos a la vista de todos.

Finalmente la última carpa era la institucional. Dentro había un stand de ATE, otro de El Litoral, una empresa de salud y otras. Había más espacio y mucha menos gente. En un extremo abundaban las estatuas del perro de Inodoro Pereyra, disfrazado y pintado de diversas formas. Un homenaje a Fontanarrosa. Y justo al terminar esa carpa estaba el escenario fuera de la misma, a un lado.

En ese momento un conjunto musical cantaba disfrazado para los niños canciones infantiles. Y ahí terminó todo. Tres o cuatro cuadras – por así decirlo – de carpas y movimiento humano. Mucha gente, muchos niños. Muy buen ambiente y divertido.

Dado que estuve algo ocupado la semana anterior, por suerte pude ir hoy en su último día.

1 comentario

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Una respuesta a Visitando la Feria del Libro en Santa Fe

  1. César, hace un tiempo te iba a preguntar ya y me olvidé… ya sea en Paraná o Santa Fe ¿dóndo venden libros usados?. Me gusta leer algo de vez en cuando.

    El que te compraste de Clarke lo tengo y lo leí. Luego te doy mi opinión 😛

    Nos vemos!

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