Atrapado sin salida… ¿o con salida?

El sábado pasado viví una situación muy peculiar. Se podría decir que “terminé en cana”, sin “cana” de por medio y con algunas “canas” más en mi cabeza (en Argentina, a la policía vulgarmente se la conoce con el término “cana”, ¿por qué? No lo sé. Podría especular, pero lo dejaría para otro post). Todo sucedió a eso de las 21 horas. Me encontraba escribiendo en mi PC cuando escucho un glu glu glu desde el baño. Sonido extraño que despertó malos recuerdos…

(imagine,querido lector, una nebulosa que nos remonta al pasado)… Hace un año un sonido similar se produjo y desde la rejilla del baño salía agua. Agua no muy limpia, podrán imaginar. Además flotaban en ella una flora verdosa, como si fuera yerba mate, y algo blanco, cositas blancas, que bien podría ser grasa o cebo…(fin de la nebulosa)

En aquella oportunidad se solucionó pero el origen de los problemas fue la carnicería de la esquina. Hoy también. Sí, bueno, imagino que al lavar la carne, la tripas y otras cosas que no quiero imaginar, algo por el desagüe se va. Y así se va acumulando, acumulando, acumulando… y a pesar de que el carnicero dijo que no lo volvería a hacer, sí lo hizo. Bien, este sábado las cañerías otra vez se taparon.

El arquitecto, muy cómodo, en vez de hacer desagües separados, mi departamento tiene que compartir el de la carnicería y a veces yo le hago de respiradero. Bueno, para eso existen los sahumerios. Al principio, cuando me mudé, había más olores. Hoy no hay tanto… o me he acostumbrado.

Volviendo a la historia. El agua salía como en aquella oportunidad, además algo rojo aparecía diluido (¿debo imaginar que era sangre?). Entonces, ¿qué hacer? Ir con el carnicero y decirle que no tire más agua hasta que venga el fontanero. Decidido salgo al pasillo techado, unos tres metros hasta la calle, y al llegar a la reja que me franquea el paso…. no la puedo abrir. Introduzco mi llave y no gira. Intento otra vez, nada. Sacando la mano por la reja intento abrir desde afuera…. nada. ¡Encerrado en mi pasillo! ¡En mi departamento! ¡¡¡¡No!!!!! Mirando la cerradura, veo que el pestillo está por la mitad, como si la última persona que salió hubiera dado media vuelta de llave y la sacó. Y esa persona no fue otra que mi vecina, ya que cuando regresé por la tarde estaba su moto estacionada dentro y al salir yo, ya no estaba. No comprendo como pudo hacerlo, a menos que su llave esté fallada.

Con los últimos centavos de crédito de mi celular logro enviar un mensaje a mi casa para que me llamen. Desde mi casa, en Paraná, coordinaron algunos llamados telefónicos: el celular de mi vecina… contestador automático (¿les dije que soy enemigo de esos dispositivos?). La señora del propietario aparece al rato con un juego de llaves y comienza a probar. Nada, todo fue sin éxito. Ya pasaban las 22 y no iba a salir esa noche. ¡Me iba a pegar un faltazo al cumpleaños de Mariano! Ya me dolía la cabeza por la situación y supongo que un par de pelos más enblaquecieron. Di las buenas noches a la señora y entré en mi departamento resignado, esperando que el agua del baño baje y que mi vecina llegue a la madrugada y se haga cargo del problema… o dormir afuera (qué llame ella al cerrajero)

En la computadora envié una disculpa a Mariano y luego me conecté a mi cuenta en MSN y ¡oh, sorpresa! ¡Juanjo estaba on-line en el MSN! ¿Qué hacía allí cuando debería estar en el cumpleaños? El lo sabrá, pero insistió en que me liberara entonces y coordinó otro rescate: consiguió un cerrajero. Luego de un par de llamadas infructuosas, Cerrajería Integral (456-1532) contestó y dijeron que a los 15 minutos llegaban. Juanjo se despide por MSN y quedamos en vernos en el cumple.

Salgo al pasillo y como preso en una prisión, desde detrás de la reja veo la vida pasar: gente que toma el colectivo en el esquina, gente que pasa con envases vacíos hacia el kiosco de la vuelta y regresa con los envases llenos, autos de todo tipo y modelos… con la esperanza que uno de ellos transportara al cerrajero. Yo debía estar ahí, esperando. 15 minutos se transformaron en 30 y 5 minutos bastaron para liberarme de prisión, cobrando $30.

Quedé libre y llegué bastante tarde al cumpleaños de Mariano, pero llegué. Lo pasé de maravillas. Probé el Daikiri (si así se escribe, no lo sé) y no me gustó, mucho menos cuando usaron ananá sintético en una segunda tanda. Hubo un incidente con Brenda, la perra de Mariano, y todos salimos a recorrer el barrio en la madrugada del domingo para hallarla. Felizmente se encontró al can (o nos encontró a nosotros) y ya eran pasadas las 3 cuando regresé a mi hogar santafesino.

¿Y la historia del baño? Esa también termina bien. Cuando llego a mi departamento imprimo una nota que paso bajo la puerta de la carnicería: “favor de no abrir la canilla porque se me inunda el baño” (luego me quedé hasta las 4:30 más o menos, tirando lavandina y limpiando). El domingo por la mañana caen mis padres y mi viejo, zorro viejo con experiencia en trabajos hogareños, diestramente destapa el caño quitando la grasa y cebo acumulados. Costo: $20 (para mí fue una ganga, debería haber cobrado más)

Por supuesto, luego transferí los costos correspondientes a mi vecina y al carnicero. ¡Faltaba más!

2 comentarios

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2 respuestas a Atrapado sin salida… ¿o con salida?

  1. En este post me olvidé de los agradecimientos.
    – A mi vecina: que me dejó encerrado
    – A mi carnicero: quien me hizo darme cuenta que estaba encerrado
    – A la esposa del propietario del departamento que alquilo: por molestarse en venir y probar las mismas llaves que tengo
    – Al cerrajero: a pesar de tener una concepción errada del tiempo, cobró a razón de $360 la hora. Conclusión: voy a estudiar cerrajería, al diablo la ingeniería.
    – Y un agradecimiento muy grande a Juanjo por las gestiones realizadas.

  2. De nada cep! Cuando quieras!

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