Cuando a mi vieja PC le llegó la hora, no murió sola, sino que también decidió llevarse a la tumba el modem interno con ella: el winmodem Lucent que desde hacía 8 años brindaba un buen servicio. Requiem para un modem quizás debería ser el título de este artículo, pero sus consecuencias fueron más preocupantes.
Corría diciembre de 1998 y estaba en Buenos Aires. Un domingo, durante una exposición de informática (no recuerdo precisamente cuál era), en un stand pregunto por el precio de un modem (en aquella época no tenía ni la más remota idea entre las diferencias de un auténtico modem y un winmodem) y como me parecieron razonables los $28 que me pedían (el tiempo del uno a uno), compré. Ingresé al mundo de internet por aquellas fechas.
Muere aquella PC y se lleva el modem con ella (por suerte, no el disco rígido). Así que desde que llegué a Paraná, me comía las uñas al no poder conectarme. Frente a esa desesperante situación, esta semana adquirí otro winmodem, uno con chip Motorola, y otra vez estoy conectado. Windows lo reconoció enseguida y salió andando. Pero todavía estoy peleando para configurarlo bajo Linux, aunque cosa curiosa: parece haberlo detectado automáticamente (esto me tiene confundido).
Me costo $35, pero ante el «apuro», ¿quién va a estar preocupándose de precios?