La experiencia de utilizar GPS’s y algunas misceláneas más

Hace años que salieron esos dichosos aparatitos con voz española que te guían de un punto a otro. Los vemos en los autos, en los celulares más avanzados y hasta en la sopa. Yo confieso: no me gustan. Me gusta la vieja usanza: desplegar mapas, estudiar cómo llegar de un punto a otro… la máxima concesión que he hecho al respecto es utilizar Google Maps para recorrer un camino mirando las fotos satelitales (sí, sigo pacientemente la ruta de un punto a otro). Pero ahora con esos juguetitos que parecen facilitar la vida, nadie puede perderse…. error.

En Febrero acompañé a mi hermana y su familia a Córdoba. Ellos no pueden estar sin GPS. Yo, simple pasajero, conozco la ruta a Córdoba y puedo recorrerla hasta con los ojos cerrados. Los guié para entrar y salir rápidamente de Santa Fe pero después de eso fue usar GPS. Ni siquiera abrí la boca cuando llegamos a San Francisco y había que doblar a la izquierda y luego a la derecha para cruzar la ciudad: el GPS solito se las arregló.

Saliendo de San Francisco, la ruta 19 – dejó de ser autovía a poco de llegar a San Francisco – nos lleva a Devoto y entonces cruzamos la primer sierra para llegar al valle de Punilla… ah, no, perdón. Era un lomo de burro sobre la ruta. Pero un poco más allá cruzamos otra cadena montañosa y ya deberíamos estar en Mina Clavero, tras las sierras, pero no… era otro lomo de burro y seguíamos en Devoto… y así seguimos cruzando cadena montañosa tras cadena montañosa hasta llegar al Pacífico…. pero en realidad abandonamos el pueblo en dirección al siguiente. Es cansador una ruta llena de lomas de burro, una más alta que la otra. Y esta historia se repite en casi todos los pueblitos que cruzamos: El Tío, La Francia, etc. No veo la hora que se haga la autovía entre San Francisco y Córdoba.

Y así llegamos al primer destino: la ciudad de Córdoba. En forma correcta el GPS nos orientó hasta la casa de una tía de mi cuñado en las afueras de la ciudad. En ese punto me despedí de ellos, tomé un colectivo urbano y fui al barrio Nueva Córdoba, donde me alojaría por un par de días. Sin embargo teníamos actividades en común y el domingo visitaríamos el zoológico con mis sobrinas. Y así fue que recibo un sms avisándome que estaban saliendo para el zoo.

Dejé mi hotel y en diez minutos a pie estaba en la entrada norte que queda frente a Vialidad Nacional, cerca de la terminal de ómnibus. Y pasaron los minutos, y pasaban, y pasaban…. 40 minutos después me llama mi hermana: llegaron a la entrada del zoo por parque Sarmiento, del otro lado. ¿Qué ocurrió? Se perdieron…. usando el GPS! “las rotondas” fue la excusa. Y llegaron preguntando a humanos. Habiendo llegado a un destino, no quisieron arriesgar perderse para ir a la otra entrada así que nos encontramos en medio del parque.

Breve comentario sobre el zoo cordobés: fue la primera vez que visité el zoológico de Córdoba y mi recomendación es que no entren por la entrada del parque Sarmiento. Ingresando por ahí uno disfruta de un hermoso paseo descendiendo escaleras y planos inclinados rodeado de un bello bosque y no se ven animales hasta unos 100 ó 150 metros más adelante. En mi oración anterior las frases claves son “descendiendo” y “planos inclinados”. El zoológico es enorme, bastante más que el de Buenos Aires si mal no recuerdo, incluso tienen un pequeño tren. El terreno no es plano, hay subidas y bajadas no muy pronunciadas. Creo que lo más empinado es la escalera para visitar las jaulas de los grandes felinos (tigres, leones, etc). El caso es que uno puede estar todo el día recorriendo el zoológico (y la granja adyacente) y cuando, ya agotado, emprendemos el camino de regreso…. tenemos 150 metros de un camino ascendente rodeado de un bello bosque sólo para llegar al estacionamiento: les puedo asegurar que el bosque ya no aparece tan hermoso. Abandonando el zoológico, fuimos a un par de lugares más guiados por mí – siendo yo el GPS mientras ese aparatito dormía apagado – y luego me despedí de mi familia hasta el día siguiente, cuando nos encontraríamos para viajar juntos hasta La Falda.

Al otro día, luego de un viaje de 50 minutos en colectivo urbano, llego hasta la casa de otro pariente de mi cuñado: una prima. Desde allí, un barrio o ciudad satélite llamada Argüello, hacia el norte de Córdoba, saldríamos en dirección a La Falda. Fue allí cuando me enteré de las peripecias del día anterior de mi cuñado, hermana, hijas, acompañados por la tía y con ayuda del GPS: estuvieron dos horas perdidos, dando vueltas, para llegar hasta la casa de la prima. Un viaje que debería haberles llevado 30 o 40 minutos …. salieron a las 19 y llegaron a las 21 hs. La culpa, nuevamente, fue de las “rotondas” de la ciudad (hasta ese momento, no había caído en la cuenta de la cantidad de rotondas que hay en la ciudad de Córdoba).

Con esos antecedentes y desconfiando del aparato, pedí indicaciones a la prima sobre cómo salir desde Argüello en dirección a Río Ceballos, ya que la intención era cruzar las sierras por el camino de El Cuadrado. Y ahí cometí el error de confiar en un humano. Todo bien para salir del barrio en dónde estábamos. Llegamos hasta una avenida y la seguíamos correctamente. El GPS, a todo esto, coincidía con lo dicho por la prima de mi cuñado. Todo bien…. hasta que llegamos a un rotonda. A mi cuñado y a mi hermana se le pusieron los pelos de punta – la experiencia del día anterior los había dejado algo susceptibles. Yo no estaba muy preocupado y seguí las indicaciones de la prima y ahí apareció una diferencia entre el GPS y la prima: el GPS decía seguir por otro lado mientras que las indicaciones de la prima decían otra cosa. Decidimos ignorar el GPS. El problema fue que 50 metros más allá había otra rotonda y de esta nada nos había hablado la prima. Nos perdimos. Dimos algunas vueltas y había un camino que yo quería tomar pero perdí la elección porque a pesar de que el cartel decía “Río Ceballos”, abajo del mismo cartel verde decía “Aeropuerto” y tanto mi cuñado como mi hermana habían sido inculcados con que no debían ir al “aeropuerto”. Así que ese era poco menos que camino prohibido.

Decidimos deshacer nuestros pasos y hacerle caso al GPS. Yo miraba los nombres de las calles y avenidas. No me sonaban para nada y el camino – en mi interior gritaba – era equivocado. A poco de llegar a un puente tuve una inspiración: “me parece que el GPS nos está enviando a La Falda por el camino de La Calera” dije en voz alta. Esto los convenció (posteriormente sospeché que no era el camino de La Calera por el que nos guiaba, sino por el de Unquillo y el Pan de Azúcar, pero en ese momento supe callarme, no quería agregar confusión a la reinante). Sugerí que en el GPS pongan como destino final Río Ceballos y entonces el camino cambió. A pesar de ello, igualmente nos detuvimos a preguntar a un anciano para que nos orientara brevemente. Con estas indicaciones definimos una ruta y posteriormente, preguntando a otra persona, confirmamos que estábamos en dirección a Río Ceballos.

Y así fue que tomamos – y luego llegué a sospechar- lo que era el viejo camino a Río Ceballos. Pasamos por Unquillo, encontramos varias lomas de burro, incluso había una junto a un semáforo!, nos cruzamos con una procesión religiosa y hombres a caballo. Un camino realmente pintoresco. Lleno de curvas y rodeado de zona urbana. Subidas y bajadas. En ningún momento vimos un cartel que dijera Río Ceballos, o Bienvenidos a Río Ceballo o algo similar… pero llegamos a Río Ceballos y antes de que mi hermana metiera la pata preguntando a un muchacho si estábamos en Río Ceballos – detrás había un cartel enorme que decía Inmobiliaria Río Ceballos – preguntó por el camino de El Cuadrado. Seguimos sus indicaciones, confirmadas por otro lugareño. Llegamos a lo que nos dijeron se llamaba “el caracol” y que en realidad era un empinado camino en zig-zag y finalmente tomamos el moderno camino de El Cuadrado.

Días después de este viaje, ya en mi seguro hogar de Paraná, revisando Google Maps confirmé mis sospechas: no era el camino de La Calera sino el de Unquillo y por el Pan de Azúcar el que proponía el GPS para llegar a La Falda. El camino con el cartel que decía “Aeropuerto” era el correcto – y era el que originalmente nos había dicho la prima de mi cuñado -, la ruta seguida para llegar a Río Ceballos era el viejo camino por las sierras y no el moderno y mucho más rápido que va unos kilómetros más al este en forma paralela.

Y así llegué a varias conclusiones:

  • el GPS no es confiable (quizás por lo que pongo más abajo)
  • si hay más de un camino para llegar a un destino, hay que saber programar el GPS: por etapas
  • los humanos tampoco son confiables para dar indicaciones de ruta (de ahí que después de recibir una indicación, confirmábamos siempre con otro) ni para programar el GPS
  • no tengo intención de comprar un GPS en mi futuro inmediato.

¿Cómo escribí este artículo después de tanto tiempo? Estoy probando mi nueva Samsung Galaxy Note 10.1 y encontré un widgets llamado “Indicaciones”. Utilizando el GPS de la tablet, esta aplicación en fase beta de Google te lleva por el “buen camino” hasta tu destino. Le puse una dirección en la ciudad de Santa Fe; y desde Paraná hasta Santa Fe la aplicación me manda por… Rosario. No, gracias.

 

2 comentarios

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2 respuestas a La experiencia de utilizar GPS’s y algunas misceláneas más

  1. Mariano

    La tablet no era de tu mama?

  2. Mi vieja tiene una Samsung Galaxy Tabs 2

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